jueves, 12 de junio de 2014

Los Chamanes del templo de la montaña


La cultura Chavín floreció en la parte noroccidental del Perú casi mil años antes de Cristo. Pero, ¿qué hizo que este pueblo abandonara la costa y se dirigiese a las inexploradas y prácticamente inaccesibles altas cumbres andinas para adorar a sus dioses? Ese misterio sigue vigente hoy en día...

Juan José Revenga y Lorenzo Fernández Bueno


Han pasado muchos años desde que Chavín de Huántar fuera dado a conocer al público europeo, de la mano de los magistrales documentales que a finales de los ochenta del pasado siglo realizara Fernando Jiménez del Oso. La pequeña población se sitúa a casi cuatro mil metros de altura, lugar ideal para estar más cerca de los apus, los dioses andinos que habitaban en las montañas, y cuya cultura en su tiempo asombró al mundo conocido. La admiración que despertaron se debía a factores diversos, partiendo del mismo enigma de su creación. Aquellos pescadores vivían en las ricas costas peruanas, que les mantenían surtidos de abundante comida durante el año, gracias a las corrientes marinas que bordeaban tierra firme. Un día, sin previo aviso ni aparente justificación, estas gentes cargaron todas sus pertenencias y se dirigieron hacia las inhóspitas cimas de los Andes, que se levantaban rasgando el velo de las nubes a sus espaldas. Allí únicamente les aguardaba sufrimiento, frío y falta de alimentos. Según cuentan las leyendas, que pasaron boca a boca de generación en generación, el pueblo chavín recibió un encargo divino. Del cielo bajó un rayo de luz que les ordenó que iniciaran el éxodo hacia las montañas, donde habrían de construir un templo para su adoración. Sin explicación, al menos lógica, el episodio supuso la primera piedra que habría de edificar una monumental cultura, la más avanzada de su época, adoradores de unos dioses muy extraños...



El inicio
Como todo viaje, éste también tiene un principio, revestido por una ilusión sin precedentes. Y es que ningún periplo es igual o parecido al anterior.
La llegada a Lima y los preparativos en sí ya son únicos. El viaje se antojaba duro. No en vano habíamos de ascender por carretera desde la capital peruana hasta las cumbres de los Andes del norte, allídonde la cordillera blanca de Huarazse elevaba hasta los 6.500 m de altitud. Desde allí, y por pistas de montaña, nuestra meta final se situaba en Chavín de Huántar. Lo más sencillo, al menos en apariencia, era alquilar un todoterreno. El camino se complicaba a cada tramo ya que debíamos pasar puertos de montaña a casi 5.000 m de altura, atravesando la inexplorada puna, el desierto de las cumbres peruanas.
Los motores diesel se atoran una y otra vez, y los "petroleros" -vehículos de gasolina- lo pasan algo mejor. El turbo de los diesel no puede coger la suficiente presión por la falta de oxígeno, en lugares donde es imposible encender un mechero por la falta de éste. Tal fue el comienzo de nuestros problemas. Intentamos alquilar el 4x4 en las agencias con las que normalmente trabajamos, pero el resultado no pudo ser más desalentador. Nadie quena facilitarnos un vehículo para subir a esas cumbres, y mucho menos con destino a la ciudad de Chavín, conscientes del recorrido, y de que la población se halla al final de una pista de tierra y piedras infernales, con abismos de centenares de metros a cada lado. Las opciones se acabaron, viéndonos abocados a aceptar el ofrecimiento de un guía de montaña de Huaraz, Rodolfo, viejo compañero de andanzas -más que suficiente para que nos inspirara poca o ninguna confianza-. Rodolfo tenía, según él, un Toyota Lana Cruiser. Así pues, con todas las dudas posibles, cerramos el trato: nos venamos a las cuatro de la mañana en la puerta del limeño hotel Bolívar para iniciar el camino...


En el interior de un laberinto» entramado de galerias subterráneas, en una pirámide oculta por la tierra, se encuentra el dios de los chavín, el Lanzón, un monolito de más de tres metros que representa a un felino sobre el que caía la sangre de los sacrificados. A la derecha, representación de los sacerdotes del templo portando el cactus de San Pedro, y la terraza de la Luna donde éstos hacían sus rituales miles de años atrás, con el citado alucinogeno natural. Junto a estas líneas, una de las múltiples averias que sufrimos en nuestra singladura, en esta ocasión a más de 4500 m de altitud.


Un viaje delirante
A esa hora recibimos la primera sorpresa; no necesitamos verle para saber que venía. El ruido era ensordecedor. Y el vehículo parecía un tanque cubierto de óxido humeante. Era Rodolfo a bordo de un trasto... indescriptible.
En la vida, si piensas dos veces las cosas es probable que jamás las culmines, así que con más dudas de las habituales subimos en aquella antigualla e iniciamos camino, conscientes de que debíamos ascender a más de 4.500 m de altitud, cota en la que se sitúa el campo base del Everest. A velocidad nunca superior a 60 km/h rodamos por la Panamericana, que a esas horas de la madrugada estaba cubierta por una espesa niebla procedente del mar, impidiendo la visibilidad a más de 1 m de distancia. Con Rodolfo colgado de la ventanilla para ver continuamos.
Empero, lo peor estaba por llegar. Al salir de la vía principal y comenzar la ascensión comenzaron las avenas, que intentamos reparar en los remotos pueblos por los que pasamos. El escape se rompió y el humo se extendió rápido por el interior de la cabina, obligándonos a abrir las ventanillas cuando recomamos las pistas de montaña a más de 4.000 m, con temperaturas bajo cero y apenas oxígeno. Después los frenos, la caja de cambios... Las horas pasaban y habíamos empleado el tiempo de luz solar en recorrer 400 km. Bien entrada la noche arribamos a Huaraz, tras 16 horas de tormento y con caras y ropa totalmente negras a consecuencia del monóxido de carbono. Pero al fin habíamos completado la primera etapa de nuestro periplo andino. Y así, cuando nos dejábamos acariciar por las sábanas, el motor del 4x4 anunciaba que Rodolfo, como un furtivo nocturno, marchaba al taller de un amigo para continuar con las reparaciones...
Al amanecer, cuando salimos del hotel, el paisaje que se abría a nuestros ojos era sencillamente increíble. La Cordillera Blanca se elevaba a los cielos con cumbres de más de 6.000 m, cubiertas por la nieve desde tiempos pretéritos. Lo idílico de esta estampa se rompió cuando un ruido ensordecedor se acercó, perforando nuestros sentidos. Con un "ya están reparadas todas las averías del auto", Rodolfo dejaba escapar la más mugrienta de sus sonrisas. Nueva mentira; el humo continuaba ocupando la cabina, situación que finalmente salvamos introduciendo docenas de trapos por los respiraderos de aquel cacharro infame.
El camino de Huaraz a Chavín no se puede describir; hay que transitarlo. Los profundos baches parece que se van a tragar el coche a cada salto. Durante nuestro periplo tuvimos que descender varias veces para apartar las piedras de los derrumbes que bloqueaban la carretera. Aún así, pese a las constantes vicisitudes, el entorno lleva a meditar, a admitir que, quién sabe si en un pasado muy remoto, ésta fue la verdadera casa de esos mismos dioses que desde tiempos ancestrales se veneran por estos lares. La simple visión de estos entornos invita a pensar en ello.
Ya prácticamente nadie circula por este camino. Pese a todo los recuerdos nos daban fuerzas para seguir, sobre todo porque éramos conscientes de que desde que llegaron, allá por el año 1988, Fernando Jiménez del Oso y J. J. Benítez al misterioso enclave, ningún otro periodista de nuestro país lo había vuelto a ha-cer.Y las incógnitas que entonces quedaron eran demasiadas...
Por estas latitudes los kilómetros caen con una lentitud extrema, al contrario que las horas de luz que parecen volar. Así pues, cuando quisimos darnos cuenta, la noche nos amenzaba de nuevo, o más bien los camiones que nos cruzábamos, pues se pegaban a la pared de la roca evitando el abismo que se abría en el descenso, obligándonos casi a salimos de la pista, y por lo tanto despeñarnos. Los últimos kilómetros fueron angustiosos, pero allí, a lo lejos, en lo más hondo de un profundísimo valle atisbamos las luces de una población. Allí estaba Chavín...
Cuando por fin llegamos al pueblo, daba la sensación de estar entrando en la boca de un lobo siniestro y feroz. Las calles apenas estaban iluminadas, y el ambiente que se respiraba no era precisamente agradable. No, no se percibían, por llamarlo de alguna forma, energías positivas.
Así pues, mientras varios perros gruñían y se peleban en la calle, agotados conseguimos que nos sirvieran algo de comer en una especie de caseta en la Plaza de Armas, aquel símil de restaurante donde las ollas y los platos estaban escondidos entre la mugre. Pero como de los cobardes nunca se ha escrito nada, tomamos lo que en aquellos momentos nos sedujo como la más opípara de las cenas: arroz pegado y huevos, quién sabe de qué...


El templo de Chavín
Cuentan las crónicas que sobre el año 1535, y habiendo escuchado hablar de las riquezas de esta zona, los primeros conquistadores llegaron hasta aquí, y tras uno de los episodios mas sangrientos de la colonización, quedaron sorprendidos por el fervor religioso de estas gentes, mostrándose asustados por lo que allí vieron. Y es que aquel pueblo realizaba sacrificios humanos a diario con fines mágico religiosos.
Desde aquella primera incursión muy poca gente se atrevió a afrontar la difícil singladura, y por lo tanto apenas sí se estudió a esta cultura sin par, y a su gran templo en el que en el pasado se realizaron rituales con el mágico cactus de San Pedro.Ya en 1919, el famoso arqueólogo peruano JulioTello llegaba a Chavín. Y quedó fascinado con lo que vio.
Entre el río Mosna y el Huachepsa, a las afueras de la población, se eleva el centro religioso de Chavín, con una pirámide o edificio principal llamado "el castillo", una construcción que no fue levantada al azar entre ambos ríos. Multitud de canales de agua recorren las entrañas del templo, cauces cuyo uso costó años interpretar. Los sacerdotes chavín abrían las compuertas para que el líquido recorriese los conductos que discurrían por el interior del edificio. Éstos no eran simples caños de agua, pues se estrechaban y aumentaban de tamaño en su tortuoso recorrido, produciendo un sonido fantasmagórico; como si las piedras hablasen, atemorizando con ello a los pobladores de la ciudad, que sentían cómo les hablaban sus dioses.
Al acercarnos a la construcción observamos las famosas cabezas "clavas", algunas aún en el lugar en el que fueron colocada, encastradas en las paredes del templo principal. Estas cabezas, de formas felinas y dotadas de largos colmillos, asustan sobremanera. No en vano estamos en un templo dedicado al miedo a la fe, desde donde dominaron a pueblos vecinos como los huay-cas y los conchudos.Y es que los chavín no sólo crearon una cultura superior, sino que dominaron con el terror como arma.
Su avance llegó hasta el punto de desarrollar inquietudes que les llevaron a estudiar los astros en grandes oquedades hechas en la piedra, que llenaban de agua para observar el cielo con mayor comodidad.


El interior de "el castillo"
El templo principal -500 a. de C.- está construido sobre otros anteriores más antiguos. Cuando accedimos a las galerías del mismo la sensación era indescriptible. Además era la primera vez que nos alegrábamos de la presencia de Rodolfo, ya que conocía a todo el mundo, lo que ayudó a poder entrar en galerías que estaban cerradas al público -salvo para los arqueólogos del INC, el Instituto Nacional de Cultura de Perú-. En muchos pasadizos no podíamos caminar erguidos por su escasa altura, recorriendo el entramado laberíntico del interior de esta pirámide bajo tierra con ausencia total de orientación. Así, cuando menos lo esperábamos, al atravesar un estrecho corredor por el que avanzábamos de lado -no hay espacio para más-, llegamos a la zona más sagrada del templo, el habitáculo donde permanece desde hace milenios el dios más extraño de estas tierras: el Lanzón. El Lanzón es un enorme monolito de unos 4 m, que representa la escultura de un felino de atemorizante aspecto, armado de largos colmilíos y que parece mirar directamente a los ojos desde las entrañas de este mundo subterráneo. En la superficie, justo encima de la representación, hay una especie de altar de piedra con una leve inclinación. Es el lugar donde se realizaban los sacrificios humanos. La sangre que corn'a por el altar caía por un pequeño conducto que se internaba en el suelo y que dirigía el líquido sanguíneo a la "cabeza" del Lanzón; sangre que, según los chavín, mantenía viva a la terrorífica figura.


Un ritual chamánico en un lugar muy especial
Por mediación de Rodolfo conseguimos que el chamán más poderoso de la zona nos recibiese. En una estrecha calle del pueblo se ubicaba una casa humilde, sin nada que la hiciera especial, hasta que atravesamos la puerta...
De las paredes, y sin dejar espacios libres, colgaban abalorios, animales disecados, máscaras, piezas de cerámica con extrañísimas formas... Dado el gran número de ceremonias en las que hemos participado alrededor del mundo, ésta es la apariencia que tienen sus casas, cabanas o habitáculos, siempre que tratamos con un hechicero real. Deben de protegerse del mal con todo tipo de objetos, por ridículos o extraños que puedan parecer.
Se llamaba Damián, y parecía un hombre amable. Nos recibió en su hogar como si ya nos conociese. Daba "buenas vibraciones", fundamental cuando se trata con quien cree dominar la entrada a un mundo oscuro. "Damián, sabemos que trabajas el San Pedro, y nos gustaría participar en una ceremonia que tú dirijas", le dijimos. Al principio nos miró con los ojos muy abiertos; después, simplemente asintió. Nos citó a la mañana siguiente indicando que desde ese instante no comiésemos nada.


El ritual de San Pedro
El San Pedro es un cactus de seis puntas que crece en los lugares más remotos de la mágica Sudamérica. En el ritual del mismo nombre, que tal y como podemos ver representado en los al-torrelives del templo de Chavín lleva celebrándose desde tiempos olvidados, se pela el mismo con un cuchillo y se cuece en una pequeña cantidad de agua. Minutos después teníamos una especie de bebedizo parecido al té, oscuro y de sabor indescriptible.
Así pues llegó el esperado ritual. Damián nos recibió vestido con una especie de traje ceremonial con gasas de gran colorido y una campana en la mano. El interior de la casa estaba en penumbra; las contraventanas cerradas y la luz tenue que se colaba por las mismas ayudaban a aumentar la tensión, Damián tomó una vasija antigua de barro y vertió agua mientras soplaba por uno de los extremos. Fue entonces cuando comenzó a cantar, a realizar las invocaciones como ya se hiciera en estos mismos lugares miles de años atrás, y nos indicó que nos sentásemos. Comenzaron los bailes, el humo de los cigarros y los cánticos ancestrales, y poco después la ingestión del oscuro brebaje. De un trago y sin pensarlo lo bebimos, percibiendo cómo tomaba poder en nosotros. Damián cambiaba sus atuendos y los cánticos cobraban más fuerza. Vistió el mal con plumas de cóndor negras, para más tarde ponerse nuevamente las gasas blancas y coloridas que encarnaban el bien, ambos en eterna lucha. Los efectos de la pócima se fueron haciendo vigentes paulatinamente. El San Pedro es como cualquier otro alucinógeno natural: un veneno que en dosis justas y bien dirigido durante la ceremonia puede ser extraordinario, pero con un falso chamán puede mutar a uno de los peores momentos de la vida. Mientras sentíamos los primeros efectos, un pensamiento afloró, furtivo y fugaz: la certeza de estar locos al consumir el néctar de estas plantas aquí, en el fin del mundo, a cientos de kilómetros de un hospital. Pero tal era la única forma de conocer sus efectos, de experimentar lo que los chamanes y sacerdotes chavín vieron tras consumir el San Pedro.
Comenzamos a sentirnos hipersensibles: los colores eran más intensos y la luz hacía un daño tremendo. Damián nos invitó a salir. Así, cegados por el Sol, dejamos la casa y nos dirigimos al templo mayor. Estaba cerrado, pero el chamán conversó unos segundos con el guardián, y éste nos permitió el acceso. Entonces las percepciones se agudizaron al caminar por aquel recinto. Nuestra imaginación nos llevó al mundo chavín de hace 500 años, percibiendo cómo caminábamos entre los sacerdotes de aquel milenario templo, que nos dirigían hacia el interior. Recorrimos los mismos pasadizos que el día anterior se mostraban hostiles, capaces de encerrarnos en este submundo para siempre, y en esos instantes, presos de la magia del chamán, era como si caminásemos por nuestra casa. La calma era absoluta; pese a ir sin guía conocíamos el periplo. Nos detuvimos en un habitáculo de 12 m2. Damián aseguran'a más tarde que era la vivienda de los sacerdotes. En ningún momento sentimos mal del altura, y ni siquiera nos azotó el hambre tras casi 24 horas sin comer. Ese día revivimos, sutil y etéreo, el mundo pasado de los chavín en su lugar más mágico; un sitio que pese al tiempo transcurrido sigue "activado" para los que acuden con los ojos abiertos a cualquier posibilidad...


Los Chamanes del templo de la montaña


La cultura Chavín floreció en la parte noroccidental del Perú casi mil años antes de Cristo. Pero, ¿qué hizo que este pueblo abandonara la costa y se dirigiese a las inexploradas y prácticamente inaccesibles altas cumbres andinas para adorar a sus dioses? Ese misterio sigue vigente hoy en día...

Juan José Revenga y Lorenzo Fernández Bueno


Han pasado muchos años desde que Chavín de Huántar fuera dado a conocer al público europeo, de la mano de los magistrales documentales que a finales de los ochenta del pasado siglo realizara Fernando Jiménez del Oso. La pequeña población se sitúa a casi cuatro mil metros de altura, lugar ideal para estar más cerca de los apus, los dioses andinos que habitaban en las montañas, y cuya cultura en su tiempo asombró al mundo conocido. La admiración que despertaron se debía a factores diversos, partiendo del mismo enigma de su creación. Aquellos pescadores vivían en las ricas costas peruanas, que les mantenían surtidos de abundante comida durante el año, gracias a las corrientes marinas que bordeaban tierra firme. Un día, sin previo aviso ni aparente justificación, estas gentes cargaron todas sus pertenencias y se dirigieron hacia las inhóspitas cimas de los Andes, que se levantaban rasgando el velo de las nubes a sus espaldas. Allí únicamente les aguardaba sufrimiento, frío y falta de alimentos. Según cuentan las leyendas, que pasaron boca a boca de generación en generación, el pueblo chavín recibió un encargo divino. Del cielo bajó un rayo de luz que les ordenó que iniciaran el éxodo hacia las montañas, donde habrían de construir un templo para su adoración. Sin explicación, al menos lógica, el episodio supuso la primera piedra que habría de edificar una monumental cultura, la más avanzada de su época, adoradores de unos dioses muy extraños...



El inicio
Como todo viaje, éste también tiene un principio, revestido por una ilusión sin precedentes. Y es que ningún periplo es igual o parecido al anterior.
La llegada a Lima y los preparativos en sí ya son únicos. El viaje se antojaba duro. No en vano habíamos de ascender por carretera desde la capital peruana hasta las cumbres de los Andes del norte, allídonde la cordillera blanca de Huarazse elevaba hasta los 6.500 m de altitud. Desde allí, y por pistas de montaña, nuestra meta final se situaba en Chavín de Huántar. Lo más sencillo, al menos en apariencia, era alquilar un todoterreno. El camino se complicaba a cada tramo ya que debíamos pasar puertos de montaña a casi 5.000 m de altura, atravesando la inexplorada puna, el desierto de las cumbres peruanas.
Los motores diesel se atoran una y otra vez, y los "petroleros" -vehículos de gasolina- lo pasan algo mejor. El turbo de los diesel no puede coger la suficiente presión por la falta de oxígeno, en lugares donde es imposible encender un mechero por la falta de éste. Tal fue el comienzo de nuestros problemas. Intentamos alquilar el 4x4 en las agencias con las que normalmente trabajamos, pero el resultado no pudo ser más desalentador. Nadie quena facilitarnos un vehículo para subir a esas cumbres, y mucho menos con destino a la ciudad de Chavín, conscientes del recorrido, y de que la población se halla al final de una pista de tierra y piedras infernales, con abismos de centenares de metros a cada lado. Las opciones se acabaron, viéndonos abocados a aceptar el ofrecimiento de un guía de montaña de Huaraz, Rodolfo, viejo compañero de andanzas -más que suficiente para que nos inspirara poca o ninguna confianza-. Rodolfo tenía, según él, un Toyota Lana Cruiser. Así pues, con todas las dudas posibles, cerramos el trato: nos venamos a las cuatro de la mañana en la puerta del limeño hotel Bolívar para iniciar el camino...


En el interior de un laberinto» entramado de galerias subterráneas, en una pirámide oculta por la tierra, se encuentra el dios de los chavín, el Lanzón, un monolito de más de tres metros que representa a un felino sobre el que caía la sangre de los sacrificados. A la derecha, representación de los sacerdotes del templo portando el cactus de San Pedro, y la terraza de la Luna donde éstos hacían sus rituales miles de años atrás, con el citado alucinogeno natural. Junto a estas líneas, una de las múltiples averias que sufrimos en nuestra singladura, en esta ocasión a más de 4500 m de altitud.


Un viaje delirante
A esa hora recibimos la primera sorpresa; no necesitamos verle para saber que venía. El ruido era ensordecedor. Y el vehículo parecía un tanque cubierto de óxido humeante. Era Rodolfo a bordo de un trasto... indescriptible.
En la vida, si piensas dos veces las cosas es probable que jamás las culmines, así que con más dudas de las habituales subimos en aquella antigualla e iniciamos camino, conscientes de que debíamos ascender a más de 4.500 m de altitud, cota en la que se sitúa el campo base del Everest. A velocidad nunca superior a 60 km/h rodamos por la Panamericana, que a esas horas de la madrugada estaba cubierta por una espesa niebla procedente del mar, impidiendo la visibilidad a más de 1 m de distancia. Con Rodolfo colgado de la ventanilla para ver continuamos.
Empero, lo peor estaba por llegar. Al salir de la vía principal y comenzar la ascensión comenzaron las avenas, que intentamos reparar en los remotos pueblos por los que pasamos. El escape se rompió y el humo se extendió rápido por el interior de la cabina, obligándonos a abrir las ventanillas cuando recomamos las pistas de montaña a más de 4.000 m, con temperaturas bajo cero y apenas oxígeno. Después los frenos, la caja de cambios... Las horas pasaban y habíamos empleado el tiempo de luz solar en recorrer 400 km. Bien entrada la noche arribamos a Huaraz, tras 16 horas de tormento y con caras y ropa totalmente negras a consecuencia del monóxido de carbono. Pero al fin habíamos completado la primera etapa de nuestro periplo andino. Y así, cuando nos dejábamos acariciar por las sábanas, el motor del 4x4 anunciaba que Rodolfo, como un furtivo nocturno, marchaba al taller de un amigo para continuar con las reparaciones...
Al amanecer, cuando salimos del hotel, el paisaje que se abría a nuestros ojos era sencillamente increíble. La Cordillera Blanca se elevaba a los cielos con cumbres de más de 6.000 m, cubiertas por la nieve desde tiempos pretéritos. Lo idílico de esta estampa se rompió cuando un ruido ensordecedor se acercó, perforando nuestros sentidos. Con un "ya están reparadas todas las averías del auto", Rodolfo dejaba escapar la más mugrienta de sus sonrisas. Nueva mentira; el humo continuaba ocupando la cabina, situación que finalmente salvamos introduciendo docenas de trapos por los respiraderos de aquel cacharro infame.
El camino de Huaraz a Chavín no se puede describir; hay que transitarlo. Los profundos baches parece que se van a tragar el coche a cada salto. Durante nuestro periplo tuvimos que descender varias veces para apartar las piedras de los derrumbes que bloqueaban la carretera. Aún así, pese a las constantes vicisitudes, el entorno lleva a meditar, a admitir que, quién sabe si en un pasado muy remoto, ésta fue la verdadera casa de esos mismos dioses que desde tiempos ancestrales se veneran por estos lares. La simple visión de estos entornos invita a pensar en ello.
Ya prácticamente nadie circula por este camino. Pese a todo los recuerdos nos daban fuerzas para seguir, sobre todo porque éramos conscientes de que desde que llegaron, allá por el año 1988, Fernando Jiménez del Oso y J. J. Benítez al misterioso enclave, ningún otro periodista de nuestro país lo había vuelto a ha-cer.Y las incógnitas que entonces quedaron eran demasiadas...
Por estas latitudes los kilómetros caen con una lentitud extrema, al contrario que las horas de luz que parecen volar. Así pues, cuando quisimos darnos cuenta, la noche nos amenzaba de nuevo, o más bien los camiones que nos cruzábamos, pues se pegaban a la pared de la roca evitando el abismo que se abría en el descenso, obligándonos casi a salimos de la pista, y por lo tanto despeñarnos. Los últimos kilómetros fueron angustiosos, pero allí, a lo lejos, en lo más hondo de un profundísimo valle atisbamos las luces de una población. Allí estaba Chavín...
Cuando por fin llegamos al pueblo, daba la sensación de estar entrando en la boca de un lobo siniestro y feroz. Las calles apenas estaban iluminadas, y el ambiente que se respiraba no era precisamente agradable. No, no se percibían, por llamarlo de alguna forma, energías positivas.
Así pues, mientras varios perros gruñían y se peleban en la calle, agotados conseguimos que nos sirvieran algo de comer en una especie de caseta en la Plaza de Armas, aquel símil de restaurante donde las ollas y los platos estaban escondidos entre la mugre. Pero como de los cobardes nunca se ha escrito nada, tomamos lo que en aquellos momentos nos sedujo como la más opípara de las cenas: arroz pegado y huevos, quién sabe de qué...


El templo de Chavín
Cuentan las crónicas que sobre el año 1535, y habiendo escuchado hablar de las riquezas de esta zona, los primeros conquistadores llegaron hasta aquí, y tras uno de los episodios mas sangrientos de la colonización, quedaron sorprendidos por el fervor religioso de estas gentes, mostrándose asustados por lo que allí vieron. Y es que aquel pueblo realizaba sacrificios humanos a diario con fines mágico religiosos.
Desde aquella primera incursión muy poca gente se atrevió a afrontar la difícil singladura, y por lo tanto apenas sí se estudió a esta cultura sin par, y a su gran templo en el que en el pasado se realizaron rituales con el mágico cactus de San Pedro.Ya en 1919, el famoso arqueólogo peruano JulioTello llegaba a Chavín. Y quedó fascinado con lo que vio.
Entre el río Mosna y el Huachepsa, a las afueras de la población, se eleva el centro religioso de Chavín, con una pirámide o edificio principal llamado "el castillo", una construcción que no fue levantada al azar entre ambos ríos. Multitud de canales de agua recorren las entrañas del templo, cauces cuyo uso costó años interpretar. Los sacerdotes chavín abrían las compuertas para que el líquido recorriese los conductos que discurrían por el interior del edificio. Éstos no eran simples caños de agua, pues se estrechaban y aumentaban de tamaño en su tortuoso recorrido, produciendo un sonido fantasmagórico; como si las piedras hablasen, atemorizando con ello a los pobladores de la ciudad, que sentían cómo les hablaban sus dioses.
Al acercarnos a la construcción observamos las famosas cabezas "clavas", algunas aún en el lugar en el que fueron colocada, encastradas en las paredes del templo principal. Estas cabezas, de formas felinas y dotadas de largos colmillos, asustan sobremanera. No en vano estamos en un templo dedicado al miedo a la fe, desde donde dominaron a pueblos vecinos como los huay-cas y los conchudos.Y es que los chavín no sólo crearon una cultura superior, sino que dominaron con el terror como arma.
Su avance llegó hasta el punto de desarrollar inquietudes que les llevaron a estudiar los astros en grandes oquedades hechas en la piedra, que llenaban de agua para observar el cielo con mayor comodidad.


El interior de "el castillo"
El templo principal -500 a. de C.- está construido sobre otros anteriores más antiguos. Cuando accedimos a las galerías del mismo la sensación era indescriptible. Además era la primera vez que nos alegrábamos de la presencia de Rodolfo, ya que conocía a todo el mundo, lo que ayudó a poder entrar en galerías que estaban cerradas al público -salvo para los arqueólogos del INC, el Instituto Nacional de Cultura de Perú-. En muchos pasadizos no podíamos caminar erguidos por su escasa altura, recorriendo el entramado laberíntico del interior de esta pirámide bajo tierra con ausencia total de orientación. Así, cuando menos lo esperábamos, al atravesar un estrecho corredor por el que avanzábamos de lado -no hay espacio para más-, llegamos a la zona más sagrada del templo, el habitáculo donde permanece desde hace milenios el dios más extraño de estas tierras: el Lanzón. El Lanzón es un enorme monolito de unos 4 m, que representa la escultura de un felino de atemorizante aspecto, armado de largos colmilíos y que parece mirar directamente a los ojos desde las entrañas de este mundo subterráneo. En la superficie, justo encima de la representación, hay una especie de altar de piedra con una leve inclinación. Es el lugar donde se realizaban los sacrificios humanos. La sangre que corn'a por el altar caía por un pequeño conducto que se internaba en el suelo y que dirigía el líquido sanguíneo a la "cabeza" del Lanzón; sangre que, según los chavín, mantenía viva a la terrorífica figura.


Un ritual chamánico en un lugar muy especial
Por mediación de Rodolfo conseguimos que el chamán más poderoso de la zona nos recibiese. En una estrecha calle del pueblo se ubicaba una casa humilde, sin nada que la hiciera especial, hasta que atravesamos la puerta...
De las paredes, y sin dejar espacios libres, colgaban abalorios, animales disecados, máscaras, piezas de cerámica con extrañísimas formas... Dado el gran número de ceremonias en las que hemos participado alrededor del mundo, ésta es la apariencia que tienen sus casas, cabanas o habitáculos, siempre que tratamos con un hechicero real. Deben de protegerse del mal con todo tipo de objetos, por ridículos o extraños que puedan parecer.
Se llamaba Damián, y parecía un hombre amable. Nos recibió en su hogar como si ya nos conociese. Daba "buenas vibraciones", fundamental cuando se trata con quien cree dominar la entrada a un mundo oscuro. "Damián, sabemos que trabajas el San Pedro, y nos gustaría participar en una ceremonia que tú dirijas", le dijimos. Al principio nos miró con los ojos muy abiertos; después, simplemente asintió. Nos citó a la mañana siguiente indicando que desde ese instante no comiésemos nada.


El ritual de San Pedro
El San Pedro es un cactus de seis puntas que crece en los lugares más remotos de la mágica Sudamérica. En el ritual del mismo nombre, que tal y como podemos ver representado en los al-torrelives del templo de Chavín lleva celebrándose desde tiempos olvidados, se pela el mismo con un cuchillo y se cuece en una pequeña cantidad de agua. Minutos después teníamos una especie de bebedizo parecido al té, oscuro y de sabor indescriptible.
Así pues llegó el esperado ritual. Damián nos recibió vestido con una especie de traje ceremonial con gasas de gran colorido y una campana en la mano. El interior de la casa estaba en penumbra; las contraventanas cerradas y la luz tenue que se colaba por las mismas ayudaban a aumentar la tensión, Damián tomó una vasija antigua de barro y vertió agua mientras soplaba por uno de los extremos. Fue entonces cuando comenzó a cantar, a realizar las invocaciones como ya se hiciera en estos mismos lugares miles de años atrás, y nos indicó que nos sentásemos. Comenzaron los bailes, el humo de los cigarros y los cánticos ancestrales, y poco después la ingestión del oscuro brebaje. De un trago y sin pensarlo lo bebimos, percibiendo cómo tomaba poder en nosotros. Damián cambiaba sus atuendos y los cánticos cobraban más fuerza. Vistió el mal con plumas de cóndor negras, para más tarde ponerse nuevamente las gasas blancas y coloridas que encarnaban el bien, ambos en eterna lucha. Los efectos de la pócima se fueron haciendo vigentes paulatinamente. El San Pedro es como cualquier otro alucinógeno natural: un veneno que en dosis justas y bien dirigido durante la ceremonia puede ser extraordinario, pero con un falso chamán puede mutar a uno de los peores momentos de la vida. Mientras sentíamos los primeros efectos, un pensamiento afloró, furtivo y fugaz: la certeza de estar locos al consumir el néctar de estas plantas aquí, en el fin del mundo, a cientos de kilómetros de un hospital. Pero tal era la única forma de conocer sus efectos, de experimentar lo que los chamanes y sacerdotes chavín vieron tras consumir el San Pedro.
Comenzamos a sentirnos hipersensibles: los colores eran más intensos y la luz hacía un daño tremendo. Damián nos invitó a salir. Así, cegados por el Sol, dejamos la casa y nos dirigimos al templo mayor. Estaba cerrado, pero el chamán conversó unos segundos con el guardián, y éste nos permitió el acceso. Entonces las percepciones se agudizaron al caminar por aquel recinto. Nuestra imaginación nos llevó al mundo chavín de hace 500 años, percibiendo cómo caminábamos entre los sacerdotes de aquel milenario templo, que nos dirigían hacia el interior. Recorrimos los mismos pasadizos que el día anterior se mostraban hostiles, capaces de encerrarnos en este submundo para siempre, y en esos instantes, presos de la magia del chamán, era como si caminásemos por nuestra casa. La calma era absoluta; pese a ir sin guía conocíamos el periplo. Nos detuvimos en un habitáculo de 12 m2. Damián aseguran'a más tarde que era la vivienda de los sacerdotes. En ningún momento sentimos mal del altura, y ni siquiera nos azotó el hambre tras casi 24 horas sin comer. Ese día revivimos, sutil y etéreo, el mundo pasado de los chavín en su lugar más mágico; un sitio que pese al tiempo transcurrido sigue "activado" para los que acuden con los ojos abiertos a cualquier posibilidad...

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La magia negra: el falso poder del mal

Desde épocas muy remotas hasta el presente, en las diversas culturas del mundo ha prosperado la creencia en el manejo de fuerzas y poderes sobrenaturales para ocasionar daño a las personas.

Por Rafael Muñoz Saldaña
Fuente: Revista MUY INTERESANTE mes de Julio de 2011.

 TIERRA MAGICA. La creencia en el poder e influencia de la magia negra se haya en todo el mundo. En la imagen, un gurú perteneciente a una secta hindú realiza un ritual con un cráneo humano.


En la idea de 'magia' confluyen diversos fenómenos psicológicos, sociales, religiosos y culturales que la convierten en un asunto multifactorial con incontables formas de expresión no siempre visibles que la sitúan en el terreno del ocultismo. La En-cyclopaedia Brítannica ofrece una definición clásica: "Se trata de un actividad ritual que, se cree, puede influir en los eventos humanos o naturales recurriendo al acceso a una fuerza mística que se sitúa más allá de la esfera humana {es decir, a un poder sobrenatural)".
En esencia, nos explica la misma fuente, constituye la base de la mayoría de los sistemas religiosos, y esa es la visión de los antropólogos contemporáneos, quienes se resisten a marcar una diferencia entre magia y religión, pues ambas recurren a poderes inmateriales y 'superiores' a los que percibimos en nuestra experiencia cotidiana. El rasgo diferencial, en todo caso, es que la religión se construye como un sistema más amplio de prácticas y creencias, mientras la magia tiene una esencia más pragmática y mecánica que busca la relación inmediata causa-efecto y se enfoca en la técnica.
No importa si es blanca o negra, benigna o maligna, en el ámbito de la magia siempre hay tres elementos fundamentales. El primero son los encantamientos. Se trata de fórmulas rituales que pueden expresarse oralmente, por escrito o mediante la disposición planeada de determinados elementos. En esta variedad pueden incluirse las fórmulas, recetas y pociones mágicas. Los antecedentes más remotos que se conservan de su uso son papiros griegos y egipcios fechados entre los siglos I y IV d. C, en los que se especifican procedimientos que involucran el empleo de animales, y una serie de instrucciones para conseguir el efecto buscado. Estos procedimientos son el segundo elemento clave: el rito y su secuencia.
En cuanto al tercero, se trata de las condiciones especiales de quien lleva a cabo el rito: el 'hechicero1. De acuerdo con los diversos marcos de creencias, goza de poderes especiales que le permiten tener una comunicación directa con las fuerzas que gobiernan al inundo y propiciar su voluntad. Este coniunto de elementos está rodeado de un halo secreto que incluye el uso de palabras y signos desconocidos para las personas comunes y reservados como un saber esotérico. Por sus supuestos poderes y conocimientos los magos gozaron de enorme poder desde tiempos ancestrales, lo que les permitió influir en el desarrollo de hechos históricos de muy diversa índole, como ocurrió con Rasputín gracias a su cercanía con los Romanov.




Creencias básicas

En su artículo "Magical Thinking" publicado en la revista Psychology Today, Matthew Hudson señala las convicciones esenciales del pensamiento mágico:

1.- Cualquier objeto puede ser sagrado. Podemos investir a cualquier cosa de supuestas cualidades sobrenaturales; el caso más frecuente es el de los amuletos, pero también puede tratarse de un anillo de matrimonio o alguna pertenencia de un ser amado.
2.- Cualquier cosa puede estar maldita. Los objetos pueden contaminarse con elementos o "vibraciones destructivas", y hay que mantenerlos alejados para evitar que su daño se extienda; por ejemplo, no es recomendable habitar la casa donde se cometió un homicidio.
3.- La mente manda sobre la materia. El psicólogo Sigmund Freud denominó a esta convicción la "omnipotencia de los pensamientos", pues creemos que tienen suficiente poder o energía como para efectuar cambios en el mundo material.
4.- Los rituales traen buena o mala suerte. Una serie de procedimientos simples o complicados (como los ritos que la gente realiza en año nuevo) brindan una "ilusión de control", aunque se demuestre que no hay alguna relación causal entre éstos y los acontecimientos futuros.
5.- Las palabras y los símbolos están investidos de poder. Más allá de la realidad a la que se refieren se cree que un vocablo o un signo valen por sí mismos y que manipularlos es manipular la realidad.
6.- Existe una jurisprudencia cósmica. Los poderes supremos determinan nuestra felicidad o nuestra desgracia y podernos apelar a ellos. 
7.- El mundo está vivo. Más allá de los seres vivos, se piensa que todo lo que nos rodea está animado de alguna forma y presenta las mismas propiedades mentales que tenemos como individuos.



Magia homeopática y magia contaminante

La rama dorada, del antropólogo Inglés James George Frazer (1854-1941), es uno de los estudios más completos sobre el fenómeno de la magia. En él, Frazer reconoce la existencia de dos tipos de magia: homeopática y contaminante. La magia homeopática parte del supuesto de que "lo semejante produce lo semejante, o que los efectos semejan a sus causas". Consiste en creer que para dañar o destruir a un enemigo basta con dañar o destruir una Imagen suya, por ejemplo clavar alfileres en su fotografía o su figura representada con cera. Frazer Informa que se conoció hace miles de años en la India, Babilonia, Egipto, Grecia y Roma. La magia contaminante "procede de la noción de que las cosas que alguna vez estuvieron juntas quedan así después, aun cuando se las separe. En tal relación, todo lo que se haga a una de ellas producirá efectos parecidos en las otras". El ejemplo más común en la magia negra es la manipulación del cabello, los recortes de las uñas o trozos de ropa de quien se pretende dañar, creyendo que por su cercanía original con la victima puede provocar efectos a distancia. Carente de cualquier fundamento científico, "esta superstición es universal", aclara Frazer.


Misas negras

El acto ritual más importante de la magia negra en el mundo occidental es una ceremonia en la que se profanan los principios que el catolicismo considera sagrados para establecer un pacto con las fuerzas del mal. Los ejemplos históricos del procedimiento, consistente en una versión distorsionada de la misa católica, se remontan al siglo XVI en una tradición desarrollada posteriormente en Francia por personajes históricos como la reina Catalina de Médicis y el Marqués de Sade. No existe, sin embargo, un acuerdo sobre los ritos que se realizan en el curso de éstas. Lo más probable es que no cuenten con una 'liturgia' fija y que cada grupo de adeptos diseñe su propia versión de prácticas comunes para ellos, como la invocación al demonio, mediante frases y conjuros.
La versión del satanista Antón Szandor LaVey (1950-1997) inicia con una distorsión de la fórmula católica "En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo", que se convierte en: "En el nombre del magno Satanás, señor nuestro". La mayoría de los ritos incluyen prácticas sexuales y la profanación de la hostia consagrada en la que, de acuerdo con el catolicismo, se halla presente el cuerpo mismo de Cristo. Esta se lleva a cabo manchándola con sangre humana, enterrándola en el suelo o involucrándola en actos sexuales. La diversidad de estas prácticas revela cómo, en realidad, nunca ha existido una Iglesia de Satanás bien establecida, más allá de grupos minoritarios e históricamente inconexos.


Cacería de brujas

Desde el siglo XIII la Iglesia Católica consideró que cualquier uso de la magia era obra del demonio, y que cualquier persona que pretendiera emplearla tenía pacto con él. En Europa miles de mujeres que contaban con saberes tradicionales sobre herbolarla! medicina y psicología en el ámbito rural se consideraron Instrumentos del diablo, el que supuestamente se reunía con ellas para darles Instrucciones. Fue así como se construyó la Imagen de la 'bruja', y la Iglesia desarrolló una verdadera cruzada para combatirlas, ya que ellas eran ula verdadera puerta al Infierno". En un periodo de 250 años que Inició en el siglo XVI, cerca de 200 mil personas fueron ejecutadas por acusaciones de practicar la magia negra; después de someterlas a dolorosas torturas, eran colgadas, estranguladas, ahogadas o quemadas en la hoguera. Los grupos más vulnerables a sufrir tales acusaciones eran los ancianos, los enfermos, las viudas y las solteras (mujeres muy guapas). La gran mayoría de víctimas fueron mujeres, lo que ha hecho pensar que la misoginia y el afán de dominio fueron factores determinantes. La acusación de brujería sirvió para fines como la avaricia y la ambición política, los maridos la empleaban para librarse de sus esposas e Incluso hubo casos de niños que acusaron a sus padres. Estas feroces cacerías llegaron a término con el siglo XVIII, cuando el Impacto de las explicaciones racionales y científicas producidas durante la Ilustración hizo que la mayoría de la gente dejara de creer en la magia blanca y negra, y hasta en la religión formal.


Necromancia

También llamada 'nigromancia', es una práctica esencial de la magia negra que consiste en la adivinación mediante la consulta a los muertos. Es también una de las más antiguas. Uno de los casos más representativos aparece en el Antiguo Testamento, en el episodio del libro de Samuel en el que la bruja de Endor lo invoca para ayudar a Saúl, primer rey de Israel, y también fue frecuente en las culturas griega, egipcia y persa. La encontramos, asimismo, en religiones primitivas de otros tiempos, como los cultos del África centraly su derivación más significativa, el vudú.
El caso moderno más notable es el del académico de Cambridge John Dee, quien en el siglo XVI practicó la alquimia y la elaboración de horóscopos. En un célebre experimento realizado en compañía del mago irlandés Edward Kelley hizo lo necesario para revivir a un muerto de nombre Paul Waring. Por aquella época corrió el rumor de que habían logrado conversar con él; sin embargo, no hay prueba fehaciente de que lo hayan conseguido. En el siglo XIX se pusieron de moda otras formas de consultar a los espíritus: las sesiones espiritistas y la lectura de la ouija. Sin embargo éstas no tenían propósitos malignos y fueron más bien entretenimientos de salón.


El vudú

Una de las formas de magia negra más presentes en el Imaginarlo contemporáneo es el vudú, cuyo nombre es una distorsión del vocablo vodu que, en la lengua de Togo y Dahomey (actual Benín), en África -de donde procedían los embarques de esclavos negros con destino a las Antillas, en América-signiflca 'misterioso' o 'sagrado'. Los esclavos vivían en condiciones muy precarias y para soportarlas fueron dando forma a una religión sincrética que fundía las creencias africanas con elementos locales, entre ellos los de la religión católica. Para el siglo XVII había cobrado gran fuerza en Martinica y Santo Domingo, y en el XVIII ya se practicaba en todas las Antillas.
Sus usos y creencias se fueron volviendo cada vez más complicados. Se estableció una jerarquía divina encabezada por una diosa madre secundada por deidades menores enfocadas a necesidades específicas. Sus sacerdotes están Investidos de supuestos poderes para invocar a dioses y espíritus, y abren para los fieles el acceso a facultades mágicas como la protección, la curadón y la adivinación. Existen ritos especiales para revelar las fuentes de Infortunio (por lo general, las personas que han usado la magia negra en su contra) y medios para neutralizarlas. Entre ellos destacan tos grl-gris: bolsas que contienen hierbas, cabellos, huesos y uñas. Otro elemento distintivo son tos zombis, supuestos 'muertos en vida' que no son sino personas sometidas a base de drogas pslcoactivas que, de alguna forma, les hacen perder la voluntad.


El rey de los mercados

En nuestra América, los mercados o ferias destinadas a rituales y magia abundan. Algunos están más escondidos, como en nuestro país, pero a otros se llega con mayor facilidad.
El mercado de Sonora, ubicado en la zona Centro de la Ciudad de México, pone en evidencia la persistencia de la magia blanca o negra en la mentalidad de ciertos grupos. En su segunda nave es posible encontrar puestos de brujos y chamanes que venden pócimas, amuletos y hierbas que prometen hacer realidad deseos oscuros y luminosos. Hay polvos mágicos procedentes de Cuba y Venezuela, manteca de cacao para limpiar el aura, la "Cédula de San Ignacio" que aleja las malas vibraciones de casas y negocios, "polvos del odio" para alejar y separar a las personas, baños hierbales de "rompe-zaragüey" contra la envidia y la mala suerte, mezclas herbolarias de "amansa guapos" para atraer a los hombres más apuestos, y el famoso "Polvo del Corderito Manso" para neutralizar a los enemigos.
Los brujos que atienden los puestos indican las recetas para usar estos recursos muchas veces con fines malignos, como ocurre con el toloache, una planta que daña el sistema nervioso central. Algunos aseguran tener contacto directo con Satanás. De acuerdo con ellos, los objetivos que buscan los clientes son: suerte en el amor, salud y éxito económico.


Las funciones de la magia

En su nivel superficial la magia busca fines prácticos corno atraer la buena fortuna o propiciar las lluvias. Una corriente interpretativa le adscribe una finalidad simbólica en las culturas primitivas: establecer los fundamentos que regulan a una sociedad y preservar su organización. En otros tiempos el mago era la autoridad que podía decidir entre el éxito y la desgracia de las personas, según
se apegaran o no a ciertos códigos y tabúes establecidos. Esta función no era muy distinta a la que adquirieron las religiones formales en una etapa posterior. El mago se transformó en el sacerdote, representante terrenal de la voluntad divina y arbitro de la conducta humana, función que hasta la fecha tienen, según la doctrina, los ministros de la religión católica.
A pesar de compartir la misma esencia, las grandes religiones (vigentes o desaparecidas) condenaron la práctica de la magia. El objetivo de esa condena, expresada en las cacerías de brujas, consistió en consolidar un poder he-gemónico en lo temporal. La magia se tipificó como una práctica sucia y minoritaria; la Iglesia, aunada al Estado, la persiguió como un delito que en diversos casos se pagaba con la vida. Sin importar la intención de estos ritos mágicos, lo que realmente se expresaba era el afán de unificar una religión monoteísta preservada por un estricto orden jerárquico y, con ella, superar el politeísmo característico de los practicantes de la magia. En el caso del catolicismo este proyecto se impuso a sangre y fuego, y escritos como el infame Malleus Maleficarum (El martillo de las brujas) de 1486, marcaron pauta en la persecución de las brujas. No obstante, toda la infraestructura de la Santa Inquisición se desarticuló después de la llegada de la Ilustración (siglos XV1I-XVIII), cuando la Iglesia perdió su control social y comenzó la desbandada de fieles hacia otros credos.
En los siglos posteriores, en virtud del proceso que dio forma a la cultura New Age, las religiones perdieron fuerza pero se fortaleció un sentido de la sacralidad en el que revivieron prácticas mágicas y ocultistas a través de medios literarios, audiovisuales y el uso de antiguos símbolos.


Del día a la noche

Toda magia parte de los elementos mencionados y emplea los mismos recursos. Sin embargo puede diversificarse en tipologías de acuerdo con sus intenciones. La clasificación más tradicional la divide en dos colores: blanca y negra, cuyas connotaciones resultan evidentes. La magia blanca está vinculada a la luz, la claridad y el día. La magia negra se relaciona con las tinieblas, la oscuridad y la noche, que en el imaginario tradicional son el ámbito del mal y lo prohibido. Se ha intentado definir otros tipos de magia, identificándola con distintos colores, pero se trata de clasificaciones sin un referente cultural sólido.
El criterio diferenciador de las dos magias es la perdurable idea de la contradicción y el enfrentamiento entre el bien (magia blanca) y el mal (magia negra); sin embargo, la separación de los dos conceptos es relativamente reciente, pues en tiempos de la hegemonía católica se condenaba a la magia en su conjunto más allá de los fines que persiguiera. El Nuevo Catecismo de la Iglesia Católica (presentado el 9 de diciembre de 1992) durante el pontificado del beato Juan Pablo II ya incluye un importante matiz diferenciador: "Todas las prácticas de magia o de hechicería mediante las que se pretende domesticar potencias ocultas para ponerlas a su servicio y obtener un poder sobrenatural sobre el prójimo -aunque sea para procurar la salud- son gravemente contrarias a la virtud de la religión. Estas prácticas son más condenables aun cuando van acompañadas de una intención de dañar a otro, recurran o no a la intervención de los demonios".
La magia blanca va en pos de objetivos socialmente aceptables y emplea medios que gozan de esa misma calidad. Por ejemplo, intenta propiciar el éxito o la fortuna de una empresa comercial colocando una planta de albahaca en sus instalaciones, o usa la misma hierba para que una persona afligida por la 'mala suerte' se libere de ella mediante baños o 'limpiezas1. Los supuestos hechizos de la magia blanca se enfocan en una serie de objetivos que son las aspiraciones comunes de los seres humanos: conseguir amor, atraer dinero, tener un buen trabajo y gozar de buena salud. Los magos tienen su propia ética. En una de las infinitas páginas de Internet dedicadas al tema se especifica que "la magia nunca debe usarse para dañar a nada ni a nadie".


Territorio de tinieblas

La magia negra se diferencia de la blanca en que, por lo general -aunque sus practicantes anhelan también amor, dinero y fortuna-, suele tener el propósito destructivo de perjudicar a algún enemigo usando medios y ritos que no gozan de la aceptación social y recurriendo a la potestad de fuerzas sobrenaturales asociadas a lo negativo, en especial al demonio de la cosmovisión ju-deocristiana. En algunos casos se entiende como sinónimo de brujería, aunque la definición de este vocablo aceptada por la Real Academia Española es moralmente neutra: "Práctica y conocimiento mágico asociado a aquellos de los que, se supone, poseen poderes sobrenaturales".
Montague Summers (1880-1948), sacerdote, demonólogo y erudito inglés autor del libro Witchcraft and BlackMagic, asegura que todos los practicantes de la magia negra realizan una transacción -tácita o explícita- con las supuestas fuerzas del mal: "Un hombre que no sólo cree firmemente en el poder del mal, sino que considera que puede interferir con los afectos y destinos humanos, puede invocar y convertirse en devoto de ese poder, pidiendo a cambio que sus malos deseos y propósitos destructivos se cumplan. De este modo parece tener éxito al establecer un misterioso contrato con el mal, del que parece ser amo en un momento determinado". Es decir, practicar la magia negra implicaría aliarse a las fuerzas de la destrucción.
Sus procedimientos son mucho más complejos que los de la magia blanca. Históricamente han incluido la misa negra, que parodia la misa cristiana para adorar al demonio; los rituales de iniciación al círculo de los magos; la invocación de los espíritus del mal apoyada en instrumentos como amuletos y piezas de indumentaria; la comunicación con los muertos o necromancia; la adivinación con fines malévolos; el uso de filtros o fórmulas para someter la voluntad de otros, y el uso de figuras simbólicas. Una de éstas es el "Círculo mágico", una especie de manual gráfico empleado en el siglo XVI para invocar a los espíritus, o los "Cuadrados de Abra-Melin" (mago real o imaginario del siglo XVI), que servían
para propósitos execrables como "suscitar guerras y querellas", "despertar la enemistad", "provocar que alguien sufriera desgracias en el combate", "obrar una venganza genérica" y "causar guerras en general".
Aunque los ritos de magia negra que mejor conocemos son los relacionados con el satanismo, su variedad ha sido muy amplia en las distintas culturas y han adquirido siempre un color local, como por ejemplo el vudú, el culto surgido entre los esclavos africanos llegados a América, o los 'trabajos' que hasta la fecha se practican en diversas comunidades latinoamericanas. Alcanzan su máxima violencia en el caso de los sacrificios humanos, como los que solían practicar los 'narcosatánicos' en México a fines de la década de 1989, y sus inclinaciones destructivas también se evidencian en la profanación de tumbas, sacrificios de animales y el uso de la herbolaria, cuyos efectos nocivos no son sobrenaturales, sino químicos.


El pensamiento mágico

Los métodos de la magia se contraponen a los de la ciencia. De acuerdo con el investigador Robert Todd Carroll, autor de The Skeptic's Dictíonary, éstos resultan comprensibles en tiempos de nuestros ancestros, hace miles de años, pero hoy en día "sólo indican una profunda ignorancia e indiferencia con respecto a la ciencia y a una visión del mundo que resulta posible comprobar". Carroll reconoce que, sin embargo, la gran mayoría de nosotros regresamos al pensamiento mágico de vez en cuando. Ello no es peligroso si a través de la reflexión y el pensamiento crítico reconocemos "que la buena suerte no nos permitirá ganar la lote-ría, o que frotando el amuleto que nos dio una persona amada tal vez sintamos su presencia, pero el vínculo que guardamos con ella tiene que ver con la psicología y la biología, no con el mundo sobrenatural". En el caso de la magia negra, el mismo autor advierte que "acuchillar la imagen de un enemigo no le provocará daño alguno". Siguiendo la misma vertiente en su EncycJopedía of Gaims, Frauds, and Hoaxes of the Occult and Supernatural, Sam Randi presenta una postura radical: "Ninguna magia, sea del tipo que sea, ha alterado de modo alguno la historia del mundo o siquiera de una de sus partículas, a pesar de las mejores o las peores intenciones del mago".
El pensamiento mágico es un razonamiento causal que busca la correlación entre determinados actos rituales y un efecto o recompensa, tal y como lo habría hecho María del Pilar Pérez, más conocida como 'La Quintrala". En la psicología clínica se conecta con la creencia de los pacientes de que pueden influir sobre la vida de los demás con el poder del pensamiento, por ejemplo provocar su muerte con malos deseos. Su único poder tangible radica en la sugestión, proceso por el cual entes guían o dirigen los sentimientos, pensamientos o comportamientos de otras personas mediante la emisión de determinada información.
De este modo es posible que las supuestas víctimas de la magia negra sufran perjuicios por el temor que incita en ellos. El caso más extremo es el de la muerte por sugestión que ocurría en algunas culturas primitivas. Las personas morían sin una causa orgánica visible o aparente de por medio, por el mero temor de haber transgredido un tabú o haber sido hechizadas. Existen diversos ejemplos históricos de casos así. En 1578 el portugués Gabriel Soares de Souza refirió que entre los tupinambas de Brasil era común que los indígenas fallecieran por el miedo que les ocasionaba el saberse condenados por los chamanes de la tribu.
Hoy día en el mundo occidental muchas
personas temen ser víctimas de un embrujo de magia negra y recurren a psíquicos o practicantes de magia blanca. Existe un amplio mercado de lo sobrenatural dirigido a ese público, y sus únicos efectos son también psicológicos: después de una limpieza o al portar un amuleto la persona 'afectada' por el mal se siente libre de peligro.
¿Desaparecerá algún día el pensamiento mágico de la mente humana? En septiembre de 2010 la revista Psychology Today dedicó un reportaje al tema y halló que surge por todas partes: las creencias son herencia de generaciones anteriores o bien surgen de manera espontánea. Además, el estrés o tensión emocional impulsan a creer que una fuerza superior nos protege o nos condena. Peter Brugger, jefe del Departamento de Neuropsicología en el Hospital Universitario de Zürich, encontró que en el pensamiento mágico está involucrada la dopamina, neu-rotransmisor que el cerebro emplea para buscar y dar significado a las experiencias. En un sentido positivo puede impulsar la creatividad; en un sentido negativo, hacernos ver amenazas inexistentes.
Aunque exista la inclinación por creer en la magia negra o surja el temor por sus efectos, es importante desterrar el pensamiento mágico y reemplazarlo con las evidencias del razonamiento y el examen detenido de los hechos y problemas que nos rodean.